Bienvenidos!

Bienvenidos.
Gracias por visitar el pequeño nido del cisne.

Cuento con un pequeño compendio de escritos que van resultando de luces esporádicas de imaginación. Ratos de cielos color violeta sobre mi cabeza.


Escritor amateur, graduado de Letras, aunque lejos de los mejores honores. Aficionado también a la Historia y a la Filosofía.
Espero que encuentren amenos mis breves relatos. No aspiro a nada, pero me alegraré de saber si al menos una persona logró cautivarse un par de minutos. Supongo que eso hace la diferencia entre una rutina trazada y un devenir diferente.

¡Gracias de antemano!

miércoles, 27 de julio de 2011

28. El amo.

   No te preocupes, sal y haz tu mejor papel. La tierra es tuya. Necesito deleitarme, junto a tus compañeros, deléitame. No necesitas mucho, será rápido, toma valor, porque seguramente ellos tampoco te ayudarán. ¿Tienes algo que decirme? No me importará. Me voy, para acomodarme en el palco de mayor altura. Si tienes un dios a quien profesarle tu fe, reza, eso es lo que necesitas.
   Que comience, pues, el espectáculo. La muchedumbre está ansiosa, no los hagas esperar más, no se lo merecen. ¿Son hombres, tienen valor? Caigan, mueran, ¿qué importa? Será por el amo, por mí, por el que guardan la completa devoción, al que quieren y siempre debieron proteger. No los quiero ver flaquear, ¿me escucharon? Firmes, con la mayor de las convicciones. Voy a mandar a soltar la puerta, a dejarla caer, ni un paso atrás, no me avergüencen. Sean tan valientes como ya lo fueron antes. Hasta la muerte, ¿oyeron? Quiero que estén en pie hasta que las energías los abandonen.
   Están solos ahora. No pueden escapar. Pero el que esta noche regrese a mí, en mis aposentos obtendrá la gracia y derecho natural del humano. ¡Luchen, pues!
   Las cadenas descorren ya, ¿lo notan? No se aprieten entre sí, sepárense, quiero verlos a cada quien como entidades marginadas, así el público goza. Murmuren, que los ojos se enciendan, vayan y láncence. ¿Podría una bestia contra ustedes? Los crié para ganar, así que ahora no jueguen. Las cartas están echadas.
   Uno, dos, tres a tierra; el polvo se levanta, ¿qué pasa? Cuatro, cinco, esto se acabó. Pero el público ríe. No fallé en mi misión, me gané el favoritismo de mi señor. Parece que es mejor criar ineptos. ¿Y ellos qué me importan? Son mi puente, mi trampolín. Descansen en paz.

lunes, 18 de julio de 2011

27. Sentidos


   Había aros a su alrededor, lo recuerdan bien, pero no les prestaron atención. Y un extraño objeto que daba vueltas en su interior, así, con vértigo, impulsado por su propio corazón. ¿Pero quién iba a escuchar aquellas palpitaciones, aquel ruido de metales que se abrazaban? Seguían hablando de cosas sin provecho, mientras que las aves se aburrían de dejar huellas en la tierra y alzaban sus vuelos. ¿Quién iba a contrariarles, quién se atrevería? Vivían en un pozo sin fondo, en una eternidad terrenal, y ellos existían, y sus pláticas continuaban sin que algo de ello pareciera importarles. Las charlas eran insustanciales, vagas; estaban ausentes del planeta y sumidos en el universo falso de la humanidad.
   No notaron cuando una estrella cayó del cuelo y azotó en la puerta con un ruido seco, sin dañar absolutamente nada, enterrándose. Los remolinos se formaban en la pared, en el cielo y en el jardín, tras las rosas, deformaban y hasta parecía que derretían la materia, las sustancias, el todo.
   Pero el dinero era más importante, ése sí brillaba de verdad, y la Luna era una ilusión en el océano, una mancha blanca sin vida y sin valor, pues nadie podía alcanzarla con sus manos, poseerla. ¿Qué iban a hacer ellos, el mundo? Un ángel blanco caminó a un lado y ellos callaron. Su plática no cesó por mucho tiempo, se dividía en prórrogas, tomaban aire. Las cosas sucedían porque sí, y a ellos les excitaba esa idea.
   Eran fantasmas, recuerdos de lo que fueron, siluetas rojas, siluetas de la desaparición y el caos natural. Vivían, y estaban muertos. Tenían tiempo de estar en ambas condiciones simultáneamente. Al momento de nacer las adquirieron, murieron, por vivir en este mundo. Las cosas afuera de sus límites no tienen sentido, pierden la trascendencia con la que arribaron, se pudren y se funden en la nimiedad. Si abrieran los párpados, la vergüenza los destrozaría.

26. Luna

Un poema de hace varios años.


Como un vidrio violáceo y sereno
Imperturbable
Sosegado
Aunque de radiante vida pleno
Se veía la superficie teñida
Plasmada y tensa
De un oscuro y temeroso lago
Entre el roble y la hierba caída
Tras las montañas y el raudo ramaje
Y bajo un límpido cielo bruno
Que terminaba de adornar el paisaje.

A dónde va la Luna inerme
Cuando a las aguas se sumerge;
Tal vez busque refrescarse
Cuando de aquéllas emerge.
Y hasta en la densa bruma
Casi parece dibujarse
Su silueta ancestral, callada
En el lago en que convergen
Vientos que suelen cruzarse
Con grandes certezas alternadas.

domingo, 17 de julio de 2011

25. Tiempo.



   Me he preguntado alguna vez por qué la vida es tan vertiginosa. La respuesta sigo sin encontrarla, aunque le he preguntado al viento eterno. He mirado los relojes, y me convenzo de que los hechiza una maldición profunda y única en su género. Sus manecillas, dios mío, corren a tanta velocidad que me recuerdan a un carrusel. Al borde del desquicio, en la elevada plataforma de lo absurdo, los minutos ruedan uno tras otro en hileras coordinadas, por la pendiente abismal, hasta morir en el vértice del pasado. Ninguno se acobarda, todos aprueban su destino con el fin de echarme a perder la vida.
   Cuántas veces no he deseado un complot de todos los relojes del mundo, para que prohíban a sus manecilas girar tan deprisa, con tanto ahínco. El tiempo debería detenerse a razonar. Es por él por quien vivimos, y en torno a él giramos. ¿No nos adeuda gratitud, en vez de pagarnos con las monedas de la crueldad?
   El tiempo vive en el aire que golpea mi cara, y me recuerda que ya es tarde para todo, incluso para empezar a existir de verdad o para dejar de hacerlo. Que es tarde para todo.
   ¿No hubiera querido hacer algo más de mí hasta ahora? No es culpa mía, sino del tiempo desgraciado: si hubiera aminorado el paso de su carrera, mi destino hubiera divergido de la vereda actual por la que pasea sin descanso, con la naturalidad de ignorar posibilidades alternas.
   Soy un esclavo, todos lo somos. Estas letras corren a través de los segundos y pasarán a etapas seniles sin formas de evitarlo.
   Minutos y segundos suicidas. Uno muere, otro nace, y con una venda en los ojos, camina hacia el precipicio para caer y de igual forma perecer. De esa masacre se compone el tiempo, tiempo maldito, asesino, enemigo y compañero inseparable de la humanidad.

24. La criatura


   Sigiloso, perturbador, así era el animal o la bestia que por la noche se arrastraba, barriendo con su vientre las cosas invisibles a los ojos humanos. Era escuchado en los caminos pedregosos de los pueblos y en las ciénagas fangosas, por tantes personas, pero ninguno había logrado más que entrever si silueta alargada y rugosa, escurriéndose por el lodo. Dicen incluso que lanzaba un ruidito peculiar a la hora de atacar, y cuando lo hacía, no dejaba una sola huella de su terrible crimen, ¡tantas personas desaparecidas a causa de este misterioso espécimen en la villa, tantas vidas perdidas! Era común que algún valiente pueblerino quisiera hacerle frente para acabar con la infernal criatura que los asolaba. Pero generalmente dicha persona jamás volvía a casa, y si lo hacía, llevaba ya el juicio perdido y los ojos desorbitados.
   Nadie podía hacer una exacta descripción de la criatura. Ciertos testigos aseguraban que se trataba de una especie de serpiente de mirada de sangre, basilisco maldito que se arrastraba hasta el fin. Otros simplemente argüían que era algo parecido a un reptil alado, de sonrisa desdentada y demoniaca, y alguno más, haciendo señas incoherentes por la locura causada, hablaba de una oruga gigante, peluda y diabólica, que lo dejó hechizado al posar su vista sobre él. Era muy probable que el monstruo sufriera metamorfosis periódicas, quizá como parte de su naturaleza o tal vez para no revelar su verdadera identidad, que estaba en secreto.
   Al finak, los esfuerzos de los aldeanos por asesinarla eran inútiles; la criatura vivirá por siempre tras la máscara o sin ella, es inmortal y su guarida es el mismísimo infierno.

sábado, 9 de julio de 2011

23. Canción de cuna.


   Canción de cuna, canción de cuna para alegrar los males, para que pueda dormir tranquilo. Una canción de cuna quiero, porque la oscuridad impera libremente en mi habitación. Canción que me hace recordar a la rosa negra que me observa en el alféizar de mi ventana entreabierta. No seas cruel conmigo, ¡sólo te pido una simple,una humilde canción de cuna! En mi mente, el piano ya suena lento, queriendo arroparme en sus notas tenebrosas. Hay que reír, como estoy riendo yo en estos momentos, viendo tanta belleza, tanta muerte. Pero necesito concentrarme en lo que debo hacer ahora, que es dormir, soñar con cosas dulces y olvidarme de esta garra que se extiende frente a mi rostro, queriendo asirme, seguramente para llevarme al abismo final.
   Canción de cuna, canción de cuna, ¿quieres? Que no puedo mantener eternamente unas notas de piano revoloteando en mi mente, necesito expulsarlas, escucharte cantar lentamente, con misterio, para ofuscar los gritos lejanos de los espíritus nocturnos, que aunque sutiles, ya me taladran la mente.
   Anda, canción de cuna yo pido, porque la cortina al fondo se agita con el viento plútónico y deja entrever el exterior por la ventana, y me da miedo que tantas estrellas brillen a la vez. ¡Tanta luz! Todas brillan, aquí y allá, iluminando el campo exterior, guaruras de la reina Luna. Combátelas. Quiero, pues, la canción de cuna, una tan profunda que venga de lo más maquiavélico de tu corazón, de notas oscuras como nuestra noche. No cantes con tu voz, canta con el poder de tu alma, satisface a los espíritus. Haz caso. Necesito olvidarlo todo, dejar de considerar posibilidades fatales para mi vida. ¿No ves cómo danza la cortina? Un piano a lo lejos está emitiendo notas amargas, subterráneas. Ahí danza, porque ella las escucha, al igual que yo y que los cien fantasmas que bailan alrededor de mi cama. Una canción de cuna, te lo ruego por todos los dioses, los tuyos y los míos, y de toda la humanidad. Ya se enfría el ambiente, ¿o el que se enfría soy yo, tremulante ante los malos? Quieren que vaya a jugar con ellos, ¿tú los ves? ¿Y dejarás que me quede despierto, sí? Anda, una canción para dormirme, porque la sangre está escurriendo por la pared opuesta y yo ya no quiero ver cosas tan feas. Me haces padecer dentro de un laberinto sin salida. Quieres que lo viva, me haces ver cosas horrendas y yo no puedo dormir. Siento tu calor, un calor indescriptible, nunca sentido. Un calor maligno.
   Lo que quiero es irme lejos, alejarme de tu realidad y sumirme en la fantasía de los arcoíris. Ya me ves sonriendo, eso quieres, eso logras. Maldito. El mundo es una granja con cadáveres. Y la sangre me salpica, y tú no quieres darle esa importancia. Eres cruel conmigo. Llévame a tu sueño, a donde sea, aléjame del aterrador cuarto en el que yace mi cuerpo. Me aseguras que contigo estaré a salvo, pues que así sea.
   Canción de cuna, te lo repito, porque sólo con ella puedo dormir y los espíritus gimen, todos los que hay en mi habitación; los ojos desorbitados de un ente sin forma que me mira fijamente sin parpadear, sin perder detalle de mi reposo. Ya me hundí en la almohada, ¿te gusta?
   Nana... nana... canción de cuna... algo para dormir... somnolencia... ¿o es muerte? Unos pétalos negros se están escurriendo por el alféizar de la ventana, en donde creía ver una flor. ¿O son bichos desalmados, comandados desde el Averno? Huele a sangre, por favor llévame, duérmeme.
   Ya tengo claro lo que pasa. No tengo miedo a morir, dormiré plácidamente con tu magia. Con la magia de tus canciones. Lo sé. Olvido todo. Adiós a mi mundo, a la vida. ¿Qué me podía ofrecer esta granja maldita, este panteón? Canción de cuna, ¿ahora sí? Veo que de ti no recibiré nunca protección, porque eres el ser de la oscuridad absoluta. Voy, amigo. ¿Me duermes, por favor? Me siento en paz. Gracias.

22. Maldiciones


   Nacieron cien violetas a mi alrededor, y otras tantas rosas de ingenuas miradas invisibles. No sé dónde estoy, creo que en un lugar muy remoto al habitual, probablemente se trate del paraíso celestial. Las cosas a mi alrededor, todas las situaciones culpables de desencadenar mi locura han pasado corriendo por mi vida; sus facciones terribles, distorsionadas brutalmente, jamás podría olvidarlas, porque todo es tan extraño. No dudo que intento comprender la trascendencia de los hechos, les doy una importancia subjetiva y me pregunto el porqué de sus repercusiones, la causa que desata los efectos. Mi mundo entero se torna espeluznante, hay picos sangrientos donde existían flores, y en donde los rayitos del Sol navegaban alegres no hay más que sombras, seres de la oscuridad, malvados demonios, engendros de espírtus negros que me han contagiado, que pretenden hacerme uno de ellos y yo intento evitar lo que a todas luces parece como una avalancha sobre mi humanidad.
   Aspiro las rosas a mi alrededor, y el perfume huele a sangre fresca. ¿Qué pasa? ¿En qué se ha convertido mi paraíso, el lugar en donde creí hallarme? Mi mente se está desquiciando, porque unas negras ratas de ojos sanguinolientos la mordisquean sin piedad, roen mi imaginación y la transforman, la pervierten hasta decolorarla a lo grisáceo. Mis ojos son como pequeñas cruces, me lo grita el reflejo de lo sepulcral, me lo indica la crueldad de las almas aciagas que rondan vacías por este mundo. ¿Quién es el dueño real de la entereza, para que me ceda un poco, para combatir, o al menos tener valor de cara a los demonios? Por piedad, ¿quién? Tengo miedo, tengo frío, ¿dónde están mis antiguas rosas, mi esperanza, mi felicidad que tanto me costó? ¡Muertas por una maldición inexplicable!

21. Recetas para matarme.


   ¿Quieres que me muera? Déjame entrever tu silueta una vez más, haciendo rebotar los tiernos rayos de luz en tu espalda.
   ¿No me quieres más aquí? Vuélveme a dañar una vez más, tócame, hiéreme, hazme ver el lodo de mi alma.
   ¿Quieres que te deje? Posa una vez más tu mirada en mis ojos temblorosos, deseosos de huir de la realidad.
   ¿Te estorbo en este mundo? Cierra las puertas de lo que antes era mi corazón y que ahora es un órgano tremulante.
   ¿Quisieras verme sin vida? Reprime cuanto puedas mis deseos, hazme ver que sólo prefiero lo necio y sin sentido.
   ¿Te interesa descansar de mí? Vuelve a repetir el último golpe, uno más en el rostro, anda, hazlo de una vez.
   ¿Prefieres que ya no exista? Ríe de mis sueños, mófate de mí, haz que sepa que lo que anhelo es la mayor estupidez del mundo.
   ¿Mi presencia irrita tu vista? No olvides pisotear mi alma hasta dejarla herida de muerte, sin condición.
   ¿Tu recompensa es mi sumisión? Escúpeme, e invita a que los demás también lo intenten, no pondré resistencia.
   ¿Soy una piedra en tu camino? Haz bromas crueles sobre mi persona, búrlate de mi espíritu débil y temeroso, anda.
   ¿Mi vida te avergüenza? Júzgame, hazlo todo el tiempo, no dejes que dé un solo paso sin que tu lengua viperina me ataque.
   ¿Quieres apagar una estrella del firmamento? Tienes que cortarme las alas, pulverizar mis plumas. Dejar de esta ave soñadora una maraña de incoherencias, de locuras. No te preocupes. Tú no cometerás el asesinato, serás libre. Yo mismo lo haré. Ahí tienes la receta para verme muerto en poco tiempo.

20. Abandono en el abismo.

   No sería la primera vez que me preguntara si tras las nubes me estarás viendo. Quizá todo este tiempo haya estado siendo observado, ¿pero cómo darme cuenta? Ocurre que de repente hay hinchazones en la bóveda, córvidas formas que se extienden sobre el firmamento, ojos delicados y sublimes entre lo efímero y lo espiritual. No me canso, mis energías no se agotan cuando pretendo verte a la lejanía, porque sé que estás ahí, tu alma se extiende hacia mí y me cobija con la sombra que produce, delicado ángel de blancas alas y sonrisa eterna, tan cerca y tan lejos.
   Abres tus párpados fantasmas tras las nubes. No estás respirando, tu alma es un hielo que anhela mi calor. En algún lugar te ocultas del mundo y a mi mente te presentas entre enigmas negros, abismales. No te preocupes, y no temas, si me puedes escuchar.
   Sé que tus ojos todo lo pueden saber de mí: no intento jugar a las escondidas contigo. Me exhibo, y deseo de todo corazón que tú también lo hagas con toda naturalidad, a pesar de todo lo que te cueste, te brindo mis energías, que sin ti no las quiero; te regalo todo de mí porque eso es lo que tienes, lo que te llevas y portas con ignorada galanura. Siento tus alas emplumadas ya en mis hombros, acariciándome, ¡oh, tan tibia tu sonrisa! No llores, no derrames lágrimas: ese pesar déjaselo a los seres como yo, muertos en vida, alejados de la realidad y escépticos a la alegría, incapaces ya de comprender el amor y el afecto. Me dejas solo, te vas de mi vida y te alejas de mi vista pero tu silueta reside en mi corazón desahuciado, flojo en sus latidos. Nadie me puede salvar de la oscuridad más que tu retorno, y sólo sería para acompañarte, alejarme del dolor terrenal y pasear contigo por las regiones siderales.

lunes, 4 de julio de 2011

19. Eclipse humano.


   Para los ojos del pequeño roedor, nada había más gratificante que el destello despedido de una fresca y olorosa semilla, arrinconada en lo profundo y parapetada entre el pastizal inocente. Pero las situaciones fluctuaban día con día; cuando el Sol se asomaba era la tierra la que como oro brillaba, ocultando un tesoro debajo de ella. Era la innata candidez lo que procesaba variantes cada vez que despuntaba el alba.
   Silente, como un sabio que se reserva sus filosofías, ahí estaba el animalito limpiándose las orejas para ir después en busca del anhelado premio a su odisea. A nadie parece importarle su sufrimiento, ni se impresionan con su astucia. Acaso pateen su madriguera, quizá la pobre ardilla sin su hogar se quede, alguien la desampare. ¿Quién sabe? La gente va de prisa, ocupada en asuntos serios. No piensan jamás que el alimento de un pequeño roedor pueda ser trascendental, o la destrucción de sus dominios. La vida tal vez sea así.
   El Sol brillaba con toda la intensidad que sus poderosos rayos le permitían, y esta vez le concedía la gracia de fulgurar al jardín del sur. En el del norte, el reino seguía muerto. La araña dorada no acababa de encaramarse al amplio muro humano que se había erigido sobre el campo virgen.
   Ahí lloraban. Pero no eran lágrimas de seres racionales. A nadie le importaba que los pobrecitos se lamentaran de ellos mismos y se apenaran de los reyes del mundo, dotados de inteligencia, pero con las mentes masacradas por la crueldad.
   ¿Qué se podía hacer al respecto? Estaban invadidos e inermes; injusticia de lo terrenal. Había un mundo, pero todo fulminado por el rayo del odio.
   Los ojos de la ardilla cesaron del llanto. Comprendió que no había por qué sufrir por la falta de criterio ajena.

18. Plaga


   Un averno separa mi camino de la verdad, y una eternidad lo hace imposible de contemplar como una posibilidad. El laberinto en el que he echado raíces no permite que visualice una expectativa más amplia que la que corre, la cual suele sonreírme vislumbrando el fantasma del desgano, pero con un cinismo puro. Está bordada mi alma con una austeridad no solicitada, pero que viene y la invade, me envenena, es letal y lo sé, ¿pero qué puedo hacer? Atacarla es ceder a la locura y el desquicio, desenfrenando sentimientos contrarios que me terminarían estrangulando con el más sádico de los estilos. Las banalidades están colgando de mi mente, impregnándola con su terrible peste, y al final, la víctima termino siendo yo. Mis insectos, mis odiados insectos que me persiguen por doquiera que me encuentro, ¡por favor déjenme descansar! ¡Malditos bichos rastreros, ponzoñas, letales armas de la destrucción! Vienen y van, se aferran, me hacen delirar. Otra vez vienen y van, y todo da vueltas a mi alrededor en una danza indecible, ¡destino cruel, que me ha deparado una maldición sin igual, una felicidad efímera que se esfumó y que es presa de incertidumbre su resurrección!
   A veces siento un revoloteo terrible en mi mente: se trata de una agitación de negras mariposas que me recuerdan malos momentos, los peores de mi existencia. Me hieren sin cesar, me atacan, me sorprendo de su inequívoca maldad y nada puedo hacer para detenerlas: me han enfermado con la peste de la desesperanza, el odio y el rencor.