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Gracias por visitar el pequeño nido del cisne.

Cuento con un pequeño compendio de escritos que van resultando de luces esporádicas de imaginación. Ratos de cielos color violeta sobre mi cabeza.


Escritor amateur, graduado de Letras, aunque lejos de los mejores honores. Aficionado también a la Historia y a la Filosofía.
Espero que encuentren amenos mis breves relatos. No aspiro a nada, pero me alegraré de saber si al menos una persona logró cautivarse un par de minutos. Supongo que eso hace la diferencia entre una rutina trazada y un devenir diferente.

¡Gracias de antemano!

viernes, 1 de marzo de 2013

89. Consulta psiquiátrica.



—Es sólo que... prefiero dormir en vez de estar despierta, sabe, ¿doctor? El mundo allá afuera es aún más horrible de lo que nuestra mente puede engendrar para espantarnos. Por eso no saldré nunca más de mi habitación.
—¿Por qué prefieres estar dormida en vez de despierta?
—Yo... bueno, quisiera saber si a todos en este mundo nos ha pasado sentir ese agotamiento, esa sensación de no poder más.
—A mí me sucede, a pesar de ser psiquiatra, si eso te consuela. Me ocurre cuando trabajo, señorita. Me levanto muy temprano a trabajar y los días son fatigosos, pero al final siempre llega la tarde; llegar a mi casa y entrar en mi habitación, tal como la tuya, me hace sentir que valió la pena el esfuerzo de mantenerme despierto. Créeme.
—Tal parece, doctor, que usted habla de agotamiento físico. Yo hablo de agotamiento espiritual.
—Jane, ¿es el agotamiento espiritual lo que te hace permanecer temerosa en tu habitación, sin desear salir bajo ningún motivo? Tu madre está tan preocupada por el comportamiento que presentas...
—Es el agotamiento... es el horror. Sólo quiero estar sola para siempre.
—¿Has pensado en salir acompañada? Reconozco que el mundo puede no ser hermoso, pero se siente mejor si cuentas con alguien en la vida, porque eso te da confianza y sensación de protección.
—No. A nadie quiero.
—¿Cuáles son tus pensamientos recluída en tu soledad?
—No tengo pensamientos propios, doctor. Soy un engendro mecánico... No me gusta hablar con nadie, y si ahora lo hago con usted, es porque la insistencia de mi madre no tenía fin. Espero que pronto pueda dejarme en paz.
—Tranquila, Jane. Así será. Sólo, por favor, dime qué piensas...
—Soy un títere de mi mente. Cuando duermo, mi mente me muestra los recuerdos más grotescos de mi vida. He pasado por cosas horribles que me he obligado a olvidar, pero en mis sueños llegan las remembranzas dolorosas. Veo cosas que... veo cosas que usted no imagina...
—¿No te molesta que tu mente se burle de ti, mostrándote esas cosas tan aterradoras mientras te hallas indefensa en el más profundo de los sueños, tornándose en pesadillas?
—Que se burlen de mí dejó de interesarme. Eso me incluye a mí misma.
—¿Por que, Jane...?
—Porque sí...
—No llores, Jane... toma este pañuelo, limpia esas lágrimas, por favor... Hablemos con franqueza, calma y amabilidad.
—Gracias, doctor...
—Dices que no te importa que tu mente se ría de ti cuando lo que más deseas es alejar los malos recuerdos. ¿Por qué lo permites? ¿Es que alguna vez te importó?
—Quizá, pero juraría que fue en otra vida. ¿Qué sentido tiene que me importe? De cualquier manera, no deseo volver al mundo jamás...
—¿Por qué, Jane?
—Cosas malas... cosas muy malas de mi infancia y pubertad...
—Dime... ¿qué has hecho para poder decir eso?
—Intentar vivir...
—Eso no se intenta, Jane, se logra al nacer... Tú vives de la manera que desees.
—Eso varía, doctor, dependiendo de lo que signifique para usted “vivir”...
—Lo mismo quisiera preguntarte, ¿cuál fue la vida que intentaste vivir?
—Una vida estándar, una vida equivocada, una vida que no era para mí. Éste es mi destino.
—¿Destino, Jane?
—Destino, lo que la vida me deparó desde el maldito momento en que nací.
—¿Y sólo una vez lo intentaste? ¿Cuándo caíste, cuándo decidiste rendirte?
—Cuando me di cuenta de que todo era una basura.
—¿Y si decidiéramos que puedes luchar una vez más, Jane...? ¿Qué te motivaría, qué te haría continuar? Cuéntame, por favor...
—Yo no deseo luchar por un mundo que no quiero.
—¿Y por cuál mundo luchas?
—Por ninguno... ¡quisiera morir! ¡Quisiera morir, doctor! Y lo más parecido a la muerte es el sueño profundo...
—¿Morir? ¿Soñar?
—Soñar, soñar... porque al dormir, me refugio en un mundo inexistente... en un paraíso.
—¿Cómo así, Jane? Hace poco decías que lo que te mostraba tu mente en tus sueños era aterrador y traumático.
—Eso es, doctor, porque detrás de la puerta todo es aún peor...
—¿En la calle?
—Sí. En la calle.
—¿Por qué en la calle?
—En la calle, en el colegio, en cualquier parte. Hay fantasmas que me persiguen.
—¿Cómo son esos fantasmas, Jane? ¿Físicos?
—No. Fantasmas del recuerdo. Fantasmas de lo que pasaba afuera.
—¿Qué pasó allá afuera?
—Me rehuso a contestar esa pregunta.
—Jane... ¿qué cosas solían gustarte antes de que pasara lo que pasó y que detonó en esta reclusión en tu habitación?
—...
—¿Jane?
—No sé. No me interesa. Tampoco a usted. Era otra vida, otro momento, un lugar lejano que mi mente no evoca. Ya nada queda, márchese, doctor. Me apetece dormir.
—Jane, déjame ayudarte...
—Hágalo entonces. Salga de mi habitación, por favor... Se lo suplico. Déjeme en paz... No podré vivir de nuevo. No logrará sacarme de aquí. Salga. No me iré. Salga, doctor...
—Jane... me iré por ahora... ¿Sólo deseas dormir?
—No vuelva mañana. Estaré durmiendo también. Y tomaré somníferos cuando despierte para volver a dormir.
—¿Por qué...?
—Porque soy hasta cobarde para matarme. Prefiero vivir del sueño. Un día mis pesadillas tendrán fin. Márchese, doctor, se lo pido.
—...
—...
—...Suerte, Jane...
—Hasta nunca...


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Esta historia pronto tendrá un audio de mi voz en cooperación con mi amiga "Bettle Red". ¡Un gran saludo por su enorme esfuerzo!

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