—Es sólo que... prefiero dormir en
vez de estar despierta, sabe, ¿doctor? El mundo allá afuera es aún
más horrible de lo que nuestra mente puede engendrar para
espantarnos. Por eso no saldré nunca más de mi habitación.
—¿Por qué prefieres estar dormida
en vez de despierta?
—Yo... bueno, quisiera saber si a
todos en este mundo nos ha pasado sentir ese agotamiento, esa
sensación de no poder más.
—A mí me sucede, a pesar de ser
psiquiatra, si eso te consuela. Me ocurre cuando trabajo, señorita.
Me levanto muy temprano a trabajar y los días son fatigosos, pero al
final siempre llega la tarde; llegar a mi casa y entrar en mi
habitación, tal como la tuya, me hace sentir que valió la pena el
esfuerzo de mantenerme despierto. Créeme.
—Tal parece, doctor, que usted habla
de agotamiento físico. Yo hablo de agotamiento espiritual.
—Jane, ¿es el agotamiento espiritual
lo que te hace permanecer temerosa en tu habitación, sin desear
salir bajo ningún motivo? Tu madre está tan preocupada por el
comportamiento que presentas...
—Es el agotamiento... es el horror.
Sólo quiero estar sola para siempre.
—¿Has pensado en salir acompañada?
Reconozco que el mundo puede no ser hermoso, pero se siente mejor si
cuentas con alguien en la vida, porque eso te da confianza y
sensación de protección.
—No. A nadie quiero.
—¿Cuáles son tus pensamientos
recluída en tu soledad?
—No tengo pensamientos propios,
doctor. Soy un engendro mecánico... No me gusta hablar con nadie, y
si ahora lo hago con usted, es porque la insistencia de mi madre no
tenía fin. Espero que pronto pueda dejarme en paz.
—Tranquila, Jane. Así será. Sólo,
por favor, dime qué piensas...
—Soy un títere de mi mente. Cuando
duermo, mi mente me muestra los recuerdos más grotescos de mi vida.
He pasado por cosas horribles que me he obligado a olvidar, pero en
mis sueños llegan las remembranzas dolorosas. Veo cosas que... veo
cosas que usted no imagina...
—¿No te molesta que tu mente se
burle de ti, mostrándote esas cosas tan aterradoras mientras te
hallas indefensa en el más profundo de los sueños, tornándose en
pesadillas?
—Que se burlen de mí dejó de
interesarme. Eso me incluye a mí misma.
—¿Por que, Jane...?
—Porque sí...
—No llores, Jane... toma este
pañuelo, limpia esas lágrimas, por favor... Hablemos con franqueza,
calma y amabilidad.
—Gracias, doctor...
—Dices que no te importa que tu mente
se ría de ti cuando lo que más deseas es alejar los malos
recuerdos. ¿Por qué lo permites? ¿Es que alguna vez te importó?
—Quizá, pero juraría que fue en
otra vida. ¿Qué sentido tiene que me importe? De cualquier manera,
no deseo volver al mundo jamás...
—¿Por qué, Jane?
—Cosas malas... cosas muy malas de mi
infancia y pubertad...
—Dime... ¿qué has hecho para poder
decir eso?
—Intentar vivir...
—Eso no se intenta, Jane, se logra al
nacer... Tú vives de la manera que desees.
—Eso varía, doctor, dependiendo de
lo que signifique para usted “vivir”...
—Lo mismo quisiera preguntarte, ¿cuál
fue la vida que intentaste vivir?
—Una vida estándar, una vida
equivocada, una vida que no era para mí. Éste es mi destino.
—¿Destino, Jane?
—Destino, lo que la vida me deparó
desde el maldito momento en que nací.
—¿Y sólo una vez lo intentaste?
¿Cuándo caíste, cuándo decidiste rendirte?
—Cuando me di cuenta de que todo era
una basura.
—¿Y si decidiéramos que puedes
luchar una vez más, Jane...? ¿Qué te motivaría, qué te haría
continuar? Cuéntame, por favor...
—Yo no deseo luchar por un mundo que
no quiero.
—¿Y por cuál mundo luchas?
—Por ninguno... ¡quisiera morir!
¡Quisiera morir, doctor! Y lo más parecido a la muerte es el sueño
profundo...
—¿Morir? ¿Soñar?
—Soñar, soñar... porque al dormir,
me refugio en un mundo inexistente... en un paraíso.
—¿Cómo así, Jane? Hace poco decías
que lo que te mostraba tu mente en tus sueños era aterrador y
traumático.
—Eso es, doctor, porque detrás de la
puerta todo es aún peor...
—¿En la calle?
—Sí. En la calle.
—¿Por qué en la calle?
—En la calle, en el colegio, en
cualquier parte. Hay fantasmas que me persiguen.
—¿Cómo son esos fantasmas, Jane?
¿Físicos?
—No. Fantasmas del recuerdo.
Fantasmas de lo que pasaba afuera.
—¿Qué pasó allá afuera?
—Me rehuso a contestar esa pregunta.
—Jane... ¿qué cosas solían
gustarte antes de que pasara lo que pasó y que detonó en esta
reclusión en tu habitación?
—...
—¿Jane?
—No sé. No me interesa. Tampoco a
usted. Era otra vida, otro momento, un lugar lejano que mi mente no
evoca. Ya nada queda, márchese, doctor. Me apetece dormir.
—Jane, déjame ayudarte...
—Hágalo entonces. Salga de mi
habitación, por favor... Se lo suplico. Déjeme en paz... No podré
vivir de nuevo. No logrará sacarme de aquí. Salga. No me iré.
Salga, doctor...
—Jane... me iré por ahora... ¿Sólo
deseas dormir?
—No vuelva mañana. Estaré durmiendo
también. Y tomaré somníferos cuando despierte para volver a
dormir.
—¿Por qué...?
—Porque soy hasta cobarde para
matarme. Prefiero vivir del sueño. Un día mis pesadillas tendrán
fin. Márchese, doctor, se lo pido.
—...
—...
—...Suerte, Jane...
—Hasta nunca...
___
Esta historia pronto tendrá un audio de mi voz en cooperación con mi amiga "Bettle Red". ¡Un gran saludo por su enorme esfuerzo!
Me identifique bastante sabes, me hizo recordar como era yo antes...
ResponderEliminarGracias por leer! :)
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