Mamá, ¿dónde estás? No te veo. Necesito verte. No aguanto más…
No estoy lista para estar sin ti. Si esto es la vida, no la puedo
entender, no puedo contra ella. Necesito estar a tu lado. Si decaigo,
querida madre, estará tu mano salvadora para mí, ¿no es así?
Júrame, mamá, que detrás de estas cuatro paredes todavía hay un mundo de
colores allá afuera. Dame tus ojos un segundo, para contemplar la
alegría un instante. El vuelo de un ave nutrirá a mi corazón de
esperanza. Y tus manos, tus manos pequeñas y suaves le darán alivio a mi
alma. Calmarán este dolor que siento en todo mi cuerpo. Las necesito…
Dime que puedes ayudarme. Quiero cerrar mis ojos y que tu voz en un
susurro sea la melodía de mi vida. No quiero seguir respirando el polvo
de este infierno. Huele a mi propio cuerpo que se pudre poco a poco,
atado aquí, mancillado, quemado, herido. Desde el rincón de las arañas
te confieso, madre, donde quiera que estés, que mis fuerzas se agotan y
no podré luchar mucho más. Vuelve pronto, por favor, aparece tras la
puerta de hierro, corre hacia mí, lloraré al verte, me desatarás, me
abrazarás, me repondré junto a ti…
Mamá, me están haciendo mucho daño…
Todo este dolor se confunde entre las penas, la soledad y las heridas de
mi alma. Me han golpeado hasta ceñirme a su juego. Sé que no es esto lo
que deseabas para mí, pero cómo íbamos a saberlo, mamá. Quiero ver los
colores, espero un día poder sonreír… porque mis labios están tan
heridos que abrirlos un poco me parte en dos.
Me duele decepcionarte, mamá. No soy tan fuerte. No puedo más. Mis
brazos están morados, llevo días colgada por cadenas en este sótano
maloliente. Estabas orgullosa de mí. Tenías las expectativas puestas en
mi persona. Me duele decepcionarte. Mis energías se están agotando y mis
esperanzas se opacan. Pasan los días, mamá, y no te veo.
Sólo veo ese par de ojos de lumbre, que me observan como la basura que
soy. Que me fustigan. Mamá, yo no sé… yo no sé lo que está pasando. Esa
mujer desconocida me golpea sin cesar, día y noche. Me quema la piel con
sadismo. Me dice que estoy hecha para esto. Mamá, ¿tú me has hecho para
esto?
Cómo quisiera que supieras que me tienen prisionera en este sótano, en
lo que parecen los confines del mundo. Un lugar que la luz no sabe que
existe. Esta mujer me ha colgado del techo con cadenas diciendo que es
mi castigo por ser una mala niña. Aún no entiendo qué hice mal, sólo
quiero que entienda que ya aprendí la lección. Que por favor me suelte.
Pero ella no quiere, mamá. Esa señora me golpea y corta mi cuerpo con
delicia. Escucho mi sangre gotear contra el suelo. Me estalla mi cabeza y
no siento mis brazos.
Ayer, frente a sus hijos, me destrozó con una botella de vidrio mis
zonas más delicadas. Me da vergüenza hablar de esto, mamá. Pero tienes
que saberlo. Dijiste que me cuidara, no pude hacerlo. No pude evitarlo.
Estaba atada. Las paredes son mudas testigos. Ya no pude gritar más. Mi
pecho sabe que entre más grite, más me torturan. Este tormento es
eterno, suelo pensar que sólo acabará cuando terminen de matarme.
Tengo chorros de sangre seca descendiendo mis piernas. No puedo moverme.
No escucho tu voz. Escucho risas desabridas, risas del diablo encarnada
en esa señora y sus hijos. Me concentro, te juro que me concentro, tú
eres mi luz, mamá. Pero estás tan lejos… ignorando lo que ocurre aquí en
este lugar… sé que no lo permitirías… pero no puedo llamarte… eres mi
salvadora, mi hermosa madre, siempre lo has sido… por favor, por favor,
aparece… soy una vela a la que soplan y que teme extinguirse.
Llevo días sin comer, mamá. Sólo me dan un cuenco de agua y galletas
saladas. No puedo abrir la boca. Mi rostro apenas tiene forma. Mis
labios ya no abren a voluntad. Ahora mis costillas sobresalen tanto que
temo que vayan a romper mi piel. Desearía que no me vieras en este
estado. Pero quiero vivir, mamá… te juro que quiero vivir, junto a ti,
oler de nuevo ese perfume de jazmín que impregnas en tus ropas, recargar
de nuevo mi rostro en tu pecho, que me digas que mañana todo será tan
hermoso como antes…
¡Mamá, ven por mí!
Hoy fueron crueles conmigo, madre. Con un alambre ardiente, tatuaron en
mi cuerpo desnudo groserías horribles. Tampoco pude hacer nada. ¿Cómo
tendré entereza para que me veas así? Cuando me ayudes, mamá, cuando me
liberes, quiero pasar el resto de mi vida en mi habitación. Y que no te
separes de mí nunca, pues no puedo vivir, no puedo estar sola. No puedo
enfrentarme a la gente. Me han hecho mucho daño. Pero ya no me quedan ni
siquiera energías para odiar, manera de pensar algo diferente.
Pero por lo menos puedo decirte que fui fuerte, mamá. Me quemaron mi
cuerpo con groserías, y aquí sigo, esperando tu llegada. Cierro los ojos
y sueño con un día de campo a tu lado. Como hace un año, cuando cumplí
quince… Llévame al campo, llévame a la feria donde trabajas, llévame al
fin del mundo. Sueño que te abrazo, sueño que vuelo a tu lado, al
horizonte, al fin del cielo y del mar…
Mamá, ya no puedo más. No sé qué pensar. Esperaré con esta fiebre
ardiente tu llegada. Tengo hambre y sed. Extraño tu comida. Me duele
cada centímetro de mi cuerpo. Quiero tu amor. El amor es una palabra que
no se conoce en este infierno…
Mantendré mi último soplo de energías con mis párpados en alto. Necesito
observar fijamente la puerta de hierro. Escucho mi presentimiento… vas a
llegar por mí… la policía detendrá a esta señora… mis cadenas… las vas a
desatar…
Vas a llevarme… vas a llevarme… vas a aparecer… vas a…
Mamá… mi salvadora… sé que vas a aparecer…
No… me abandones…
Mamá, vas a llevarme contigo. Mamá, te espero… mamá, cada segundo de esta existencia será por ti…
Mamá… eres todo cuanto amo…
Mamá…
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En memoria de Sylvia Likens. Secuestrada y salvajemente torturada por
mero placer de su agresora, falleció el 26 de octubre de 1966, a la
edad de 16 años, por causas de desnutrición, hemorragias internas y
traumatismos. Su homicida purgó sólo 20 años en prisión antes de salir
en completa libertad.