La fuga del espíritu.
Es a veces como una llama danzante, que evoca pensamientos de pura abstracción.
Es a veces como los rayos de la luna llena, tan sutil, como la tremulante luz pálida que aquélla emana.
Pero es a veces como la solidez de la materia, la consistencia de lo agradablemente tangible, ¡tan rudo como la piel de un diamante bruto!
¡Ah, mi espíritu tan trocante, tan voluble, tan experimental, con ambos polos activos! ¡Como la llama, como la luna, como el diamante!
Es que es tan tembloroso ante lo incierto, ante el horrible y maldito futuro, que siempre es tan risueño, tan burlesco. ¿Cómo no va a tiritar de miedo por esas funestas sonrisas? ¿Cómo no va a enloquecer?
Pero luego se torna sublime, se convierte, se mantiene firme y sereno frente al presente, a lo actual, que intenta atacarme, que incluso alcanza a herirme y yo sangro, pues sigo manteniéndome plantado fijamente, con mirada arbitraria. ¡Nos quieren hacer desvariar! ¡Y yo lo veo! ¡Mi espíritu y yo perdemos el juicio!
Contra el pasado es sólido, es un ladrillo, algo burdo. Un diamante bruto, irradiante de seguridad. El pasado es un lobo hambriento tras una jaula. ¿Qué es? ¿Y cómo temerle? Es horrible, es monstruoso, pero está resguardado tras barras metálicas paralelas. ¿De qué forma podría atacarme? Tengo un blindaje, y es mi espíritu, se muestra adiamantado. ¡Hay que ser un precioso diamante ante el furioso lobo enjaulado!
Pero es imposible de evitarlo. A cada paso, mi espíritu tiembla por el horror que le es mostrado, y ni sus mutaciones lo podrán defender. A última instancia, temo mucho que se fugue para siempre.
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