No quiero despertar, no quiero darme cuenta de que esto no es un sueño, que la realidad me persigue y me atormenta. No quiero abrir los ojos por la mañana, pues el Sol nunca volvió a ser el mismo de antes sin ti, porque la luz me lastima, no la vista sino el alma. Quiero dormir eternamente, quizá logre cazar algún sueño furtivo que me engañe dulcemente, que me impida ver lo lejos que estás, que me lleve a un paraíso idealizado en donde sólo estemos tú y yo, en donde pueda tomarte de la mano, en donde al fin me correspondas.
Vaya crueldad de la vida el mantenerme aquí despierto. Quiero soñar eternamente, soñar contigo. De otra manera, ¿para qué quiero la vida? ¿Para qué, si estaré por siempre lejos de ti?
Sin desearlo, arrebataste mis esperanzas y mi dicha de vivir. Tú eres feliz mientras yo estoy embaucado en la búsqueda del sueño eterno.
Yo no busco culpables, porque en este cuento no hay villanos sino sólo víctimas. Esta terrible distancia nos la interpuso el destino que no tolera la felicidad. Pero no hablo de nuestra distancia física precisamente. Hay una distancia espiritual.
Prefiero estar dormido que despierto. Por el día vago solitario por las calles polvorientas, llenándome de recuerdos dulces que me causan dolor y por las noches sólo me aplasto contra mi misma cama intentando aturdirme pronto para dejar de pensar en el dolor de nuestra nueva distancia espiritual.
Sólo dormido, las heridas cicatrizan parcialmente, en donde te veo nuevamente para mí, en donde me extiendes tu blanca mano. Prefiero dormir y nunca despertar.
Vaya crueldad de la vida el mantenerme aquí despierto. Quiero soñar eternamente, soñar contigo. De otra manera, ¿para qué quiero la vida? ¿Para qué, si estaré por siempre lejos de ti?
Sin desearlo, arrebataste mis esperanzas y mi dicha de vivir. Tú eres feliz mientras yo estoy embaucado en la búsqueda del sueño eterno.
Yo no busco culpables, porque en este cuento no hay villanos sino sólo víctimas. Esta terrible distancia nos la interpuso el destino que no tolera la felicidad. Pero no hablo de nuestra distancia física precisamente. Hay una distancia espiritual.
Prefiero estar dormido que despierto. Por el día vago solitario por las calles polvorientas, llenándome de recuerdos dulces que me causan dolor y por las noches sólo me aplasto contra mi misma cama intentando aturdirme pronto para dejar de pensar en el dolor de nuestra nueva distancia espiritual.
Sólo dormido, las heridas cicatrizan parcialmente, en donde te veo nuevamente para mí, en donde me extiendes tu blanca mano. Prefiero dormir y nunca despertar.
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