El sosiego y la calma anidaron
tras ímpetus de fuerzas ulteriores;
del yerto cadáver le acortaron
Penas y otros sufrimientos mayores.
Fue mi mano atroz, despiadada
que con silente cuchillo oportuno
arrancó la vida sin rastro alguno
de inocente persona despistada.
Sangre y órganos, lo vital para mí.
De la carne, evidencia han borrado
hambrientos perros que yo alimento.
Guardo mis reliquias en frenesí.
La experiencia que sellada ha quedado,
la apariencia tétrica que sustento.
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