¿Qué formidable misterio capturan
ojos huidizos de un alma dorada
que va hacia la mar, que va hacia la nada
cuando en su esencia sus penas sulfuran?
De un demonio, diríase quizás;
ente, terrible criatura infernal...
Un alma mortal, oculta en su cuerpo,
presa fatal de un profundo tormento.
Rebotan los gritos, avanza perdida,
¿quién sabe su daño, quién sabe su herida?
Escarnios le atizan, las pullas le llueven,
A fuerza de ofensas, su llanto promueven.
Refugio apremiante en su sombra le implora
un vigor tartamudo, ya casi marchito;
Suspiro amargoso, una especie de grito,
"¡Protégeme ante la furia abrasadora!"
Mendaz, tras la elocuencia de su mundo,
Una máscara ornamenta al desvalido
Y vulnerable ser que difumina.
Fuerza rocosa, vigor diamantado,
¡de furia y metal, corazón transformado
de criatura insidiosa que habrán orillado
hacia el demonio a adorar demasiado!
Oscuras sus ropas, oscuros sus ojos,
quedaron residuos umbríos, despojos.
Era ella un ser inundado de inocencias;
y a la maldad le volcaron experiencias.
Amargas vivencias, ¿la culpa?, de necios;
herir su endeblez, su recreo predilecto.
Doblar, separar, marginar con desprecios,
Acabar, pisotear a ese grado de insecto.
Se abrigó a sí misma, su lugar obtuvo;
lo fue a encontrar en el misterio del mal.
Quien antes fue una criatura angelical
Ahora es un monstruoso ser infernal.
Mendaz, tras la elocuencia de su mundo,
Una máscara ornamenta al desvalido
Y vulnerable ser que difumina.
Vendióle el alma al diablo, salva se siente.
Simplemente se convirtió en su disfraz.
El corazón trabaja, no está presente
aquel sentimiento de esencia veraz.
Dedicado especialmente a mi niña demonio, el alma del cielo... para ti, mi querida amiga Mel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario