Condéname, hiéreme, mátame, estoy dispuesto al sufrimiento que cualquiera pueda darme.
Corta mi piel, rompe mi cuerpo, deshazme, que más deshecho no podría estar de esta vida plagada de un sufrimiento sin igual. No le tengo miedo a la tortura; antes bien, la deseo, relamo mis labios partidos por sólo imaginar el placer del dolor.
Prodúceme dolor, apriétame entre tus garras, seas quien seas, no tengas la mínima piedad de mí, te lo ruego, porque no quiero vivir más.
La mejor manera de despedirme del mundo es con el mayor de los dolores, para recordar por qué tomé la decisión de escapar de él. Así que arrebátale la luz a mis ojos, déjalos sin brillo y extráelos si te place. Ataca mi garganta y déjala sin latidos. Arranca el alma de esta carne sin beneficio.
Me voy, me consumo en cenizas, la frialdad se apodera de mi ser; siento arribar la muerte y me rehuso a irme de la forma más cobarde y sin sentido. Golpéame, golpéame brutalmente, no tengas miedo que yo tampoco lo tengo.
Quiero ver tu furia, quiero ver tu tesón, quiero ver tu carácter. No te limites y continúa cortando, continúa hiriendo, vamos, ¿por qué detenerse? Corta, corta, mátame, desángrame, mátame, mátame. ¡Mátame, mátame, mátame!
¡Sólo quiero la maldita muerte!
¡Quiero dolor! ¡Dolor! ¡Agonía! ¡Sufrimiento! ¡Dame dolor! ¡Mutila mis manos, arráncame los ojos, rómpeme los huesos!
Písame, escúpeme, tírame, derrúmbame, abandóname, no quiero nada, no me des placer, no quiero volver a ser feliz. Estoy condenado desde hace mucho tiempo. Sí, sigue. Corta aquí y acá. Mira mi sangre brotar con el mismo entusiasmo con el que la veo yo.
Mi luz se extingue, lo haces bien. Quiero morir. Dame más dolor, que no lo pueda resistir, que muera con lágrimas, por la cantidad excesiva de tortura. No quiero morir sin antes haber sufrido lo suficiente.
Soy un miserable, trátame como tal. Puedes pisar mi corazón, extingue mis llamas, no tengo esperanzas, no tengo dichas ni tengo ilusiones.
Estoy a la disposición de quien quiera matarme.
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