Duele. Duele.
Duele porque lo que fue ya no es lo que es. Duele porque lo que será se conjunta con lo que fue y lo que es.
El saber que no tiene sentido las cosas como son, que hace falta más que la añoranza del ayer. Que la sonrisa no significa nada. Si vieras mi interior, parece un bosque seco sin alegrías.
La tranquilidad que hoy reina, que ves en mí, no indica gran cosa. Puede ser una pasividad forzada por no querer entender que las cosas se derrumban poco a poco. No es que todo esté bien. Es que dando un paso en falso, las cosas pueden sucumbir.
Y duele.
Duele porque los recuerdos me atosigan y me funden. No creas que es poca cosa. Quién dijo que recordar es volver a vivir. Gran mentira, recordar es morir.
Ya sabes que me haces falta, que los días se prolongan, que las noches son eternas si la luna no se asoma tras los montes lejanos. Qué gran exageración, diría alguien por ahí.
Yo te quiero, y la distancia duele.
La distancia espiritual.
Jamás me importó la naturaleza de tus maneras, la profundidad de tu mente, los paradigmas que le aplicas a la vida. Qué importa eso, mientras existas. Duele saber que te acogí y me acogiste, y ahora parecen quedar apenas vestigios en la memoria, hojas danzantes que amenazan con caer de las ramas semidesnudas.
Quién lo diría.
Es decir, quién diría que alguien pudiera prestarle tanta importancia ante lo que de forma extrínseca parece una nimiedad. Una cosa que fácilmente puede botarse al olvido, como desatar un nudo molesto. Quién diría que mi maldita insensatez tuviera que darle tantas vueltas a un asunto en donde es más que obvio que el orgullo impera y manda.
Será porque cuando quiero, quiero querer.
Será que cuando mueren mis emociones, me siento caer.
Pero soy testarudo, ya me conoces. Nada es lo que parece en mí, aunque reacciono de formas bastante esperadas cuando alguien me conoce. Y tú me entiendes. No sé cuánto, pero si es de la misma forma gradual en la que yo te he examinado, entonces sé que me comprendes.
Ahí estoy en la ventana, pegado, tomando las rejas heladas con mis manos. Estoy esperando que la luna salga de entre las nubes, ahí donde está escondida. Que sólo me eche un vistazo y se vaya. Sólo eso. Sólo eso.
Duele que la luna no salga.
Sólo eso, pero duele.
Y duele en los huesos, duele en el alma estar aterido por el frío bajo mi cobija una vez que me retiro a intentar dormir. Ciertamente, nada es lo que fue. Pero no quiero que sea como es. Y dudo que el pasado se reviva, el pasado está muerto y quien quiere recordarlo no tiene más opción que morir con él y quedar enterrado en las cenizas junto con sus memorias.
Junto con sus hermosas memorias.
Duele, nadie sabe cuánto. Quizá nadie me entienda. Quizá alguien, yo no lo sé. Quizá te sientas en tranquilidad de saber que sólo es una exageración. Que me gusta gastar tinta y escribir sobre las cosas de corazones ajenos.
O quizá entiendas la realidad.
Que la opacidad de mis ojos se debe a la soledad que desde hace un par de días pesa. Yo no sé. No sé ni a qué se deba. No quiero saberlo, y si lo sé, no quiero creerlo, ni recordar nada. Es inútil, es estúpido, es fatal.
Es un tormento. Recordar es morir.
Tengo terror de que el futuro sea un amalgama maldito entre las remembranzas del pasado y el vivir del ahora.
Tengo terror.
Me duelen los huesos y me duele el alma. Debo retirarme de la ventana.
No, hoy no saldrá la luna. Quizá mañana tampoco. Y si me echa su vistazo fugaz, ¿será lo mismo? Yo soy quien atraigo la desgracia del futuro. Yo soy quien me atormento. Todo está bien. Sonrío. Pero si vieras por dentro, hay un bosque seco, sin alegrías.
Mis manos se pegan a las rejas.
Mis manos están pegadas. Y mi vista, al cielo.
A las nubes.
Voy a intentar dormir. Parece broma.
Me duele todo.
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En su tiempo escribí esto para una amiga. Hoy ya no tiene caso en lo absoluto, pero igual publico.
Gracias por las metáforas de la luna y el bosque, Melita.
Consigo alivio tal vez será una pequeña sensación de tristeza, al leer esto que parece ser un recuerdo de lo vivido, de las noches sin dormir en el que pienso cuando acabara. La noche la interminable noche a solas con la niebla alrededor de mi y la oscuridad poblando mi corazón!
ResponderEliminarGracias por tu comentario, me alegra mucho que te haya gustado, y que sientas identificación con tales palabras. Un gran saludo y suerte.
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