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Gracias por visitar el pequeño nido del cisne.

Cuento con un pequeño compendio de escritos que van resultando de luces esporádicas de imaginación. Ratos de cielos color violeta sobre mi cabeza.


Escritor amateur, graduado de Letras, aunque lejos de los mejores honores. Aficionado también a la Historia y a la Filosofía.
Espero que encuentren amenos mis breves relatos. No aspiro a nada, pero me alegraré de saber si al menos una persona logró cautivarse un par de minutos. Supongo que eso hace la diferencia entre una rutina trazada y un devenir diferente.

¡Gracias de antemano!

lunes, 21 de julio de 2014

106. El sótano





Mamá, ¿dónde estás? No te veo. Necesito verte. No aguanto más…

No estoy lista para estar sin ti. Si esto es la vida, no la puedo entender, no puedo contra ella. Necesito estar a tu lado. Si decaigo, querida madre, estará tu mano salvadora para mí, ¿no es así?

Júrame, mamá, que detrás de estas cuatro paredes todavía hay un mundo de colores allá afuera. Dame tus ojos un segundo, para contemplar la alegría un instante. El vuelo de un ave nutrirá a mi corazón de esperanza. Y tus manos, tus manos pequeñas y suaves le darán alivio a mi alma. Calmarán este dolor que siento en todo mi cuerpo. Las necesito…

Dime que puedes ayudarme. Quiero cerrar mis ojos y que tu voz en un susurro sea la melodía de mi vida. No quiero seguir respirando el polvo de este infierno. Huele a mi propio cuerpo que se pudre poco a poco, atado aquí, mancillado, quemado, herido. Desde el rincón de las arañas te confieso, madre, donde quiera que estés, que mis fuerzas se agotan y no podré luchar mucho más. Vuelve pronto, por favor, aparece tras la puerta de hierro, corre hacia mí, lloraré al verte, me desatarás, me abrazarás, me repondré junto a ti…

Mamá, me están haciendo mucho daño…

Todo este dolor se confunde entre las penas, la soledad y las heridas de mi alma. Me han golpeado hasta ceñirme a su juego. Sé que no es esto lo que deseabas para mí, pero cómo íbamos a saberlo, mamá. Quiero ver los colores, espero un día poder sonreír… porque mis labios están tan heridos que abrirlos un poco me parte en dos.

Me duele decepcionarte, mamá. No soy tan fuerte. No puedo más. Mis brazos están morados, llevo días colgada por cadenas en este sótano maloliente. Estabas orgullosa de mí. Tenías las expectativas puestas en mi persona. Me duele decepcionarte. Mis energías se están agotando y mis esperanzas se opacan. Pasan los días, mamá, y no te veo.

Sólo veo ese par de ojos de lumbre, que me observan como la basura que soy. Que me fustigan. Mamá, yo no sé… yo no sé lo que está pasando. Esa mujer desconocida me golpea sin cesar, día y noche. Me quema la piel con sadismo. Me dice que estoy hecha para esto. Mamá, ¿tú me has hecho para esto?

Cómo quisiera que supieras que me tienen prisionera en este sótano, en lo que parecen los confines del mundo. Un lugar que la luz no sabe que existe. Esta mujer me ha colgado del techo con cadenas diciendo que es mi castigo por ser una mala niña. Aún no entiendo qué hice mal, sólo quiero que entienda que ya aprendí la lección. Que por favor me suelte. Pero ella no quiere, mamá. Esa señora me golpea y corta mi cuerpo con delicia. Escucho mi sangre gotear contra el suelo. Me estalla mi cabeza y no siento mis brazos.

Ayer, frente a sus hijos, me destrozó con una botella de vidrio mis zonas más delicadas. Me da vergüenza hablar de esto, mamá. Pero tienes que saberlo. Dijiste que me cuidara, no pude hacerlo. No pude evitarlo. Estaba atada. Las paredes son mudas testigos. Ya no pude gritar más. Mi pecho sabe que entre más grite, más me torturan. Este tormento es eterno, suelo pensar que sólo acabará cuando terminen de matarme.

Tengo chorros de sangre seca descendiendo mis piernas. No puedo moverme. No escucho tu voz. Escucho risas desabridas, risas del diablo encarnada en esa señora y sus hijos. Me concentro, te juro que me concentro, tú eres mi luz, mamá. Pero estás tan lejos… ignorando lo que ocurre aquí en este lugar… sé que no lo permitirías… pero no puedo llamarte… eres mi salvadora, mi hermosa madre, siempre lo has sido… por favor, por favor, aparece… soy una vela a la que soplan y que teme extinguirse.

Llevo días sin comer, mamá. Sólo me dan un cuenco de agua y galletas saladas. No puedo abrir la boca. Mi rostro apenas tiene forma. Mis labios ya no abren a voluntad. Ahora mis costillas sobresalen tanto que temo que vayan a romper mi piel. Desearía que no me vieras en este estado. Pero quiero vivir, mamá… te juro que quiero vivir, junto a ti, oler de nuevo ese perfume de jazmín que impregnas en tus ropas, recargar de nuevo mi rostro en tu pecho, que me digas que mañana todo será tan hermoso como antes…

¡Mamá, ven por mí!

Hoy fueron crueles conmigo, madre. Con un alambre ardiente, tatuaron en mi cuerpo desnudo groserías horribles. Tampoco pude hacer nada. ¿Cómo tendré entereza para que me veas así? Cuando me ayudes, mamá, cuando me liberes, quiero pasar el resto de mi vida en mi habitación. Y que no te separes de mí nunca, pues no puedo vivir, no puedo estar sola. No puedo enfrentarme a la gente. Me han hecho mucho daño. Pero ya no me quedan ni siquiera energías para odiar, manera de pensar algo diferente.

Pero por lo menos puedo decirte que fui fuerte, mamá. Me quemaron mi cuerpo con groserías, y aquí sigo, esperando tu llegada. Cierro los ojos y sueño con un día de campo a tu lado. Como hace un año, cuando cumplí quince… Llévame al campo, llévame a la feria donde trabajas, llévame al fin del mundo. Sueño que te abrazo, sueño que vuelo a tu lado, al horizonte, al fin del cielo y del mar…

Mamá, ya no puedo más. No sé qué pensar. Esperaré con esta fiebre ardiente tu llegada. Tengo hambre y sed. Extraño tu comida. Me duele cada centímetro de mi cuerpo. Quiero tu amor. El amor es una palabra que no se conoce en este infierno…

Mantendré mi último soplo de energías con mis párpados en alto. Necesito observar fijamente la puerta de hierro. Escucho mi presentimiento… vas a llegar por mí… la policía detendrá a esta señora… mis cadenas… las vas a desatar…

Vas a llevarme… vas a llevarme… vas a aparecer… vas a…

Mamá… mi salvadora… sé que vas a aparecer…

No… me abandones…

Mamá, vas a llevarme contigo. Mamá, te espero… mamá, cada segundo de esta existencia será por ti…

Mamá… eres todo cuanto amo…

Mamá…



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En memoria de Sylvia Likens. Secuestrada y salvajemente torturada por mero placer de su agresora, falleció el 26 de octubre de 1966, a la edad de 16 años, por causas de desnutrición, hemorragias internas y traumatismos. Su homicida purgó sólo 20 años en prisión antes de salir en completa libertad.

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