Bienvenidos!

Bienvenidos.
Gracias por visitar el pequeño nido del cisne.

Cuento con un pequeño compendio de escritos que van resultando de luces esporádicas de imaginación. Ratos de cielos color violeta sobre mi cabeza.


Escritor amateur, graduado de Letras, aunque lejos de los mejores honores. Aficionado también a la Historia y a la Filosofía.
Espero que encuentren amenos mis breves relatos. No aspiro a nada, pero me alegraré de saber si al menos una persona logró cautivarse un par de minutos. Supongo que eso hace la diferencia entre una rutina trazada y un devenir diferente.

¡Gracias de antemano!

lunes, 10 de octubre de 2011

44. Lobo.




   Adiós a la vida, soy la furia salvaje para el hombre que creyó verla encarnada, un torbellino de instintos e ignorancia. No me importará a mí en adelante, no les importará a ellos. ¡Ah, pero las funestas casualidades! ¿Es de imperiosa necesidad que alguien como yo sufra esta ignominia? ¡Miren quiénes lo dicen! La presa se transforma en cazador artificial, o por lo menos eso pretende. Hay que ver las necedades naturales, la turbia estupidez ante lo sobreentendido.

    Me miran con ojos que no intimidarían a un cervatillo y casi me hacen reír. ¿Tengo que hacerles daño, o simplemente me retiro por donde vine, dejándolos con las ilusiones de una visión?

    Un chasquido poner en alerta automática mis sentidos. ¿Por qué sonríe ese hombre? Como si no lo conociera. Es un tonto y un cobarde, y yo lo vi caer en un charco de lodo hace tiempo. ¿Y ahora pretendía lanzarme esa sonrisa retadora? Era ilógico, él tan débil.

    Ya antes había maldicho a las casualidades. El problema es que ignoro si el estar en ese lugar en un momento tan equivocado era una casualidad, o una obra producto de la causa y efecto.

    Yo no soy tonto. Ellos lo creen así, al ver a alguien que parece bestia. Pero no lo soy en su sentido despectivo. Podría acabar con todos si no estuvieran armados con esos garrotes. Igual podría hacerlo si lograra liberarme de esta estaca a la que me han aprisionado. ¡Todos, porque todos lo merecen! ¡Y de paso arrasar con su campamento, como el asesino y ladrón que me tipifican que soy!

    Los hombres se previenen con lo injustificable para su actuar, hasta darles aires despóticos a sus maneras, porque de hecho lo son. Las bestias se humanizan, y ellos se convierten en lo que representamos. Divertida ironía de la vida sería eso, si no tuviera que padecerla yo en vida.

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