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Gracias por visitar el pequeño nido del cisne.

Cuento con un pequeño compendio de escritos que van resultando de luces esporádicas de imaginación. Ratos de cielos color violeta sobre mi cabeza.


Escritor amateur, graduado de Letras, aunque lejos de los mejores honores. Aficionado también a la Historia y a la Filosofía.
Espero que encuentren amenos mis breves relatos. No aspiro a nada, pero me alegraré de saber si al menos una persona logró cautivarse un par de minutos. Supongo que eso hace la diferencia entre una rutina trazada y un devenir diferente.

¡Gracias de antemano!

sábado, 9 de julio de 2011

22. Maldiciones


   Nacieron cien violetas a mi alrededor, y otras tantas rosas de ingenuas miradas invisibles. No sé dónde estoy, creo que en un lugar muy remoto al habitual, probablemente se trate del paraíso celestial. Las cosas a mi alrededor, todas las situaciones culpables de desencadenar mi locura han pasado corriendo por mi vida; sus facciones terribles, distorsionadas brutalmente, jamás podría olvidarlas, porque todo es tan extraño. No dudo que intento comprender la trascendencia de los hechos, les doy una importancia subjetiva y me pregunto el porqué de sus repercusiones, la causa que desata los efectos. Mi mundo entero se torna espeluznante, hay picos sangrientos donde existían flores, y en donde los rayitos del Sol navegaban alegres no hay más que sombras, seres de la oscuridad, malvados demonios, engendros de espírtus negros que me han contagiado, que pretenden hacerme uno de ellos y yo intento evitar lo que a todas luces parece como una avalancha sobre mi humanidad.
   Aspiro las rosas a mi alrededor, y el perfume huele a sangre fresca. ¿Qué pasa? ¿En qué se ha convertido mi paraíso, el lugar en donde creí hallarme? Mi mente se está desquiciando, porque unas negras ratas de ojos sanguinolientos la mordisquean sin piedad, roen mi imaginación y la transforman, la pervierten hasta decolorarla a lo grisáceo. Mis ojos son como pequeñas cruces, me lo grita el reflejo de lo sepulcral, me lo indica la crueldad de las almas aciagas que rondan vacías por este mundo. ¿Quién es el dueño real de la entereza, para que me ceda un poco, para combatir, o al menos tener valor de cara a los demonios? Por piedad, ¿quién? Tengo miedo, tengo frío, ¿dónde están mis antiguas rosas, mi esperanza, mi felicidad que tanto me costó? ¡Muertas por una maldición inexplicable!

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