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Gracias por visitar el pequeño nido del cisne.

Cuento con un pequeño compendio de escritos que van resultando de luces esporádicas de imaginación. Ratos de cielos color violeta sobre mi cabeza.


Escritor amateur, graduado de Letras, aunque lejos de los mejores honores. Aficionado también a la Historia y a la Filosofía.
Espero que encuentren amenos mis breves relatos. No aspiro a nada, pero me alegraré de saber si al menos una persona logró cautivarse un par de minutos. Supongo que eso hace la diferencia entre una rutina trazada y un devenir diferente.

¡Gracias de antemano!

domingo, 17 de julio de 2011

25. Tiempo.



   Me he preguntado alguna vez por qué la vida es tan vertiginosa. La respuesta sigo sin encontrarla, aunque le he preguntado al viento eterno. He mirado los relojes, y me convenzo de que los hechiza una maldición profunda y única en su género. Sus manecillas, dios mío, corren a tanta velocidad que me recuerdan a un carrusel. Al borde del desquicio, en la elevada plataforma de lo absurdo, los minutos ruedan uno tras otro en hileras coordinadas, por la pendiente abismal, hasta morir en el vértice del pasado. Ninguno se acobarda, todos aprueban su destino con el fin de echarme a perder la vida.
   Cuántas veces no he deseado un complot de todos los relojes del mundo, para que prohíban a sus manecilas girar tan deprisa, con tanto ahínco. El tiempo debería detenerse a razonar. Es por él por quien vivimos, y en torno a él giramos. ¿No nos adeuda gratitud, en vez de pagarnos con las monedas de la crueldad?
   El tiempo vive en el aire que golpea mi cara, y me recuerda que ya es tarde para todo, incluso para empezar a existir de verdad o para dejar de hacerlo. Que es tarde para todo.
   ¿No hubiera querido hacer algo más de mí hasta ahora? No es culpa mía, sino del tiempo desgraciado: si hubiera aminorado el paso de su carrera, mi destino hubiera divergido de la vereda actual por la que pasea sin descanso, con la naturalidad de ignorar posibilidades alternas.
   Soy un esclavo, todos lo somos. Estas letras corren a través de los segundos y pasarán a etapas seniles sin formas de evitarlo.
   Minutos y segundos suicidas. Uno muere, otro nace, y con una venda en los ojos, camina hacia el precipicio para caer y de igual forma perecer. De esa masacre se compone el tiempo, tiempo maldito, asesino, enemigo y compañero inseparable de la humanidad.

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